El síntoma de que el éxito de la WNBA está calando: el DRAMA
La WNBA quiere el éxito pero no quiere el drama, y lamentablemente la cosa no funciona así.
Este pasado fin de semana comenzó la temporada regular de la WNBA, y lo ha hecho aprovechando el pico de popularidad alcanzado la temporada pasada con el efecto Caitlin Clark, que continuaba con los últimos años de crecimiento de la liga.
La WNBA aprovechó para poner partidos durante la noche del viernes y a lo largo del día en Estados Unidos en la jornada del sábado, y fue todo un éxito de atención. Las New York Liberty estrenaron su condición de campeonas ganando a Las Vegas Aces con un gran partido del trío Stewart - Jones - Cloud. La rookie Paige Bueckers se estrenó con derrota contra la dominante Napheesa Collier y sus Minnesota Lynx. Las Golden State Valkyries se estrenaron también en la WNBA con derrota, recibiendo la bienvenida de las Los Angeles Sparks. Y Satou Sabally debutó con las Phoenix Mercury dando una paliza a las Seattle Storm.
Pero lo más llamativo del fin de semana, y que seguro que os ha llegado de una manera u otra, fue el enfrentamiento entre las Indiana Fever y las Chicago Sky, es decir, entre Caitlin Clark y Angel Reese, y el choque tuvo todo lo que podría desear ESPN.
No, no que fuera un choque igualado, pues Indiana dominó todo el partido. Lo que fue más comentado del fin de semana no fue ningún resultado, sino ese pique entre Clark y Reese que terminó con una flagrante para la primera.
Para mí la flagrante es de chiste, pero bueno, entiendo que los árbitros también querían tranquilizar la situación. Es una falta normal, o un pelín dura, si lo queréis, pero es lo de menos. A Reese no le pareció eso y se fue a por Clark, quien pensó que no hay mayor desprecio que no hacer aprecio, y se marchó. Aunque Clark sea un animal que tiene pinta de que va a arrasar con todo lo que conocíamos anteriormente en el baloncesto femenino, Reese tiene un mayor sentido del drama y el espectáculo.
Y ahí, querida WNBA, está el negocio. Porque de nada sirve el drama si no hay espectáculo deportivo, y en la WNBA hay espectáculo y cada vez más. Pero tampoco hay éxito mediático sin drama.
Sí, es una mierda, la verdad, pero es así. No hay un deporte de éxito que sea “puro”, por así decirlo. Porque el verdadero síntoma del éxito es que a la gente le importe, y si a la gente le importa algo entonces discutirá y, lamentablemente, incluso se peleará o insultará por ello. Por eso que se hable tanto de esa acción sin consecuencias entre Clark y Reese (a la que ambas restaron importancia al finalizar el partido), aunque se quede en segundo plano lo deportivo, es un síntoma de éxito de la liga. Al fin y al cabo, es el mismo modelo seguido por la NBA, la liga de las redes sociales. El éxito tiene un precio.
El encuentro del sábado reavivó las discusiones sobre la supuesta rivalidad entre Angel Reese y Caitlin Clark, una narrativa que ha dominado el baloncesto femenino durante varios años ya. Esta rivalidad, que se presentó al gran público en la final nacional de 2023 entre LSU (Reese) e Iowa (Clark), representa un choque de estilos y culturas: Clark, una guard blanca llamada a ser la mejor lanzadora de todos los tiempos, y una base de fans blancos del medio oeste, frente a Reese, una pívot negra con un estilo físico y una conexión con ciudades como Baltimore, Baton Rouge y Chicago.
A pesar de que Clark y Reese han evitado alimentar públicamente esta narrativa, la WNBA y los medios están sacando todo el provecho que pueden de ella. Los dos partidos más vistos de la temporada regular de 2024 fueron entre las Sky y las Fever, y los cinco enfrentamientos entre ambos equipos esta temporada son retransmitidos a nivel nacional. Hay muchos que comparan esta rivalidad con la de Larry Bird y Magic Johnson, y si bien en cuanto a nivel deportivo no se sostiene, en lo referente a aspectos sociales puede tener similitudes.
La verdadera lástima es que esto saca también lo peor de la gente. Algunos fans, y también otros que realmente no lo son pero se aprovechan, lo utilizan para desahogarse o para insultar. En este caso en concreto, además se incluye ese elemento racial que sobrevuela en cada discusión que se tiene sobre la pareja de jugadoras sophomores. Y el racismo también se abre paso aquí. En ese mismo partido las Chicago Sky denunciaron que se habían escuchado insultos racistas desde las gradas hacia sus jugadoras, y la WNBA ya lo está investigando con la colaboración de las dos franquicias.
De hecho, la propia WNBA lanzó hace unos días una campaña llamada “No Space For Hate” (No Hay Lugar para el Odio), centrada precisamente en intentar combatir esos crecientes casos de insultos racistas y homófobos que parece que estamos viendo. Según la nota de prensa de la liga, la WNBA utilizará inteligencia artificial para detectar y denunciar comentarios de odio en las redes sociales, incrementará las medidas de seguridad y reforzará los recursos de salud mental para proteger a las jugadoras.
Ahora esta es la realidad de la WNBA. En cierta medida, es un avance: se ha pasado de tener que combatir contra la misoginia y el machismo del menosprecio a esta competición por ser femenina, aunque desde luego que aún están presentes, a que el principal problema ahora sea el racismo y la homofobia.
El próximo enfrentamiento entre las Sky y las Fever está programado para el 7 de junio en Chicago. Con la investigación sobre los insultos racistas en curso y la rivalidad en el centro de la atención, la WNBA debe intentar mantener el foco en la pista, pero en el fondo sabe que todo este drama solo significa una cosa: el plan está funcionando.