Esto es lo que piden realmente las jugadoras de la WNBA
No, las jugadoras de la WNBA no exigen el mismo reparto de ingresos que en la NBA. ESTO es lo que están pidiendo.
Cuando existe una negociación colectiva, una de las estrategias de la patronal es hacer ver al público que las demandas de los trabajadores son exorbitadas. En esa línea, está siendo bastante común estos días encontrarnos con analistas que hablan sobre cómo es imposible económicamente que las jugadoras de la WNBA consigan llevarse el 50% de los ingresos relacionados con el baloncesto de la liga, tal y como piden, ya que la estructura de la liga y su economía no están preparadas para llegar a ese porcentaje.
Uno de los últimos ejemplos lo hemos visto en el podcast de Pablo Torre.
Sí, claro, hace meses y a lo largo de la temporada, en conversaciones casuales, claro que hay jugadoras que han dicho que a lo que aspiran es a tener el mismo reparto de los ingresos que los jugadores. Pero de ahí a que la postura oficial en las negociaciones sea esa hay un trecho. Para empezar, porque ahora mismo ni siquiera ganan sus salarios en base a los ingresos de la liga.
Así que hoy vamos a echar un vistazo a lo que piden realmente las jugadoras en las negociaciones del nuevo convenio.
Un nuevo modelo de reparto de ingresos
El punto central de las negociaciones es la estructura salarial y el reparto de ingresos. Bajo el CBA actual, firmado en 2020, el límite salarial aumenta un 3% anual de manera fija, independientemente del crecimiento real de la liga, que en los últimos cinco años ha sido superior a ese porcentaje. Tal y como hemos visto ya muchas veces a estas alturas, las jugadoras reciben solo alrededor del 9% de los ingresos totales de la WNBA, una cifra que contrasta drásticamente con el 49-51% que obtienen los jugadores de la NBA de los ingresos relacionados con el baloncesto.
Las jugadoras exigen un modelo de reparto de ingresos porcentual que permita que sus salarios crezcan proporcionalmente al éxito de la liga. “Queremos una porción del pastel completo, no solo de una parte”, decía por ejemplo Kelsey Plum, vicepresidenta primera de la WNBPA. Esto incluiría ingresos de derechos de televisión, ventas de entradas, merchandising y las tarifas de entrada de las franquicias de expansión, que han alcanzado los 250 millones de dólares por franquicia.
“No creo que tenga que ser pagada lo mismo que LeBron”, dijo Plum. Pero estamos hablando de llevarnos un porcentaje de las ganancias. Por ejemplo, si se vende mi camiseta en una tienda oficial en Mandalay Bay, yo no recibo ni un centavo. Eso es de lo que estamos hablando”.
Será interesante ver si consiguen lo último mencionado sobre las tarifas de expansión, ya que en la NBA los jugadores no se llevan absolutamente nada de lo que ingresa la liga en concepto de pago por comprar una franquicia de expansión. Dudo que lo consigan, porque la NBA no va a querer crear ese precedente.
En cuanto a lo del reparto de los ingresos, hace casi exactamente un año escribí ya sobre si la WNBA estaba condenada a un lockout, y varios de aquellos párrafos siguen totalmente vigentes:
Tal y como están estipuladas las cantidades, el convenio actual hace que el 9.3% de los ingresos de la WNBA se destine a los salarios de las jugadoras. La comparación a la que se va todo el mundo es la de la NBA, en la que ese porcentaje es variable dependiendo de la temporada, pero está asegurado que se encuentre entre el 49% y el 51% de los ingresos. Tampoco olvidemos que ese porcentaje en la NBA estaba en el 57% antes de la gran colleja que le pegaron los propietarios a los jugadores en el lockout de 2011. Esas cantidades firmadas en la WNBA se firmaron en 2020 junto con el convenio actual en una realidad mediática muy diferente a la actual, con lo cual será también otro punto de disputa en las negociaciones.
Como digo, es imposible que las jugadoras consigan acercarse a ese 50% en esta negociación, pero si consiguen subir de un porcentaje que no llega al 10% a un 20% o un 30% sería una gran victoria que supondría un crecimiento importante duplicando o triplicando inmediatamente el límite salarial y, en consecuencia, duplicando o triplicando los salarios medios con el paso del tiempo… o incluso más con el dinero televisivo.
En resumen, las jugadoras exigen que EXISTA un reparto de ingresos que ahora mismo no está estipulado como tal. Porque los salarios de las jugadoras de la WNBA hasta este convenio estaban sujetos a unas cantidades fijas que quedaban marcadas en el convenio. En cada negociación colectiva se marcaban el límite salarial, los máximos y los mínimos de los siguientes años, y ya podía haber una lluvia de millones o un desastre catastrófico, que esas cifras no variaban, porque no estaban ligadas a un porcentaje de ingresos de la liga.
Cuando se dice que actualmente las jugadoras se llevan entre un 9 y un 10 por ciento de los ingresos de baloncesto de la liga, se hace realizando el cálculo del porcentaje que suponen los salarios con respecto al total de esos ingresos. No porque esté estipulado en el convenio que tengan que llevarse por norma ese porcentaje.
Eso es lo que quieren cambiar las jugadoras, para empezar. Quieren que sus salarios estén directamente relacionados con los ingresos de la liga por medio de un porcentaje, no que sean cifras fijas y marcadas en cada negociación del convenio.
Ahí es donde entra otro de los elementos fundamentales de esta historia. ¿A quién pertenece realmente la WNBA? ¿A dónde van a parar los ingresos o beneficios si los hay?
En el momento de su creación, la NBA se quedó con el 50% de la WNBA. Después de vender el 16% de la WNBA a un grupo de inversores en 2022 por unos 75 millones de dólares que ahora parecen irrisorios, ahora la NBA posee el 42% de la WNBA, mientras que la propia WNBA posee el otro 42% restante.
Para que quede claro, la propiedad de la WNBA se reparte así:
42% - WNBA
42% - NBA
16% - Grupo inversor con Nike, varios propietarios de la NBA, Condoleezza Rice, Pau Gasol, Baron Davis…
Esto es importante tenerlo en cuenta, porque de todos los ingresos de la WNBA, SOLO EL 42% DE LOS BENEFICIOS IRÍAN A LA PROPIA WNBA y, por lo tanto entra ser considerado en el reparto con las jugadoras, con el que se debería calcular el límite salarial. Es decir: de todos los ingresos de la WNBA solo el 42% va a la propia liga. A la hora de repartir la tarta, hay que considerar que solo nos ha llegado menos de la mitad de la misma. Para que veamos cómo se diluye el dinero.
Recientemente, la directora ejecutiva de la WNBA le decía a Front Office Sports que bajo las propuestas que tienen de la liga, las jugadoras solo se llevarían “una parte de una parte de la tarta”. El problema, como vemos ahí arriba, es que la propia liga solo se lleva “una parte de una parte” de la tarta.
Sea en los porcentajes que sea, parece que las jugadoras se han marcado como una línea roja conseguir que sus salarios estén ligados a un porcentaje de los ingresos… y ahí es donde va a estar la principal batalla, porque la liga, empezando por el jefe Adam Silver, va a intentar resistirse.
La liga ha propuesto aumentos importantes con respecto a las condiciones actuales, como un salario super máximo de alrededor de 850.000 dólares (que habría que ver qué requisitos tendría para lograrse) y un mínimo de veterano de 300.000 dólares, pero quieren mantener un modelo fijo, en el que se fijaría en el convenio el porcentaje de crecimiento de esos salarios y del límite salarial durante los próximos años, como sucede en el convenio actual. Además, ese porcentaje fijo solo se ejecutaría en el caso de llegar a unos mínimos de ingresos. Y solo se tendrían en cuenta los beneficios de la liga y no los de los equipos, al menos en la última propuesta que han rechazado las jugadoras.
El mismo Adam Silver ha expresado confianza en que habrá un “gran aumento” salarial, pero también él rechaza el concepto de “reparto” puro basado en porcentajes ligados a los ingresos, argumentando que se debe mirar el crecimiento en términos absolutos, no porcentuales. La WNBPA ha criticado las declaraciones de Silver, diciendo que esas mejoras son solo maquillaje para un sistema que infravalora a las jugadoras, e insistiendo en que el crecimiento de la liga, impulsado por ellas, debe reflejarse directamente en sus salarios.
Mejoras en beneficios y condiciones laborales
Más allá de los salarios, las jugadoras buscan mejoras en los beneficios y condiciones laborales para reflejar lo que se supone que es o quiere ser la WNBA, una liga de élite.
Entre las prioridades destacan:
Beneficios de jubilación y planificación familiar: Las jugadoras piden un plan de pensiones similar al de la NBA, ampliando el actual programa 401(k) con contribuciones basadas en años de servicio. También exigen que se amplíen las prestaciones y garantías de los permisos de maternidad y planificación familiar. Breanna Stewart, vicepresidenta de la WNBPA, fue quien señaló que estos fueron los únicos puntos de acuerdo inicial en una reunión de julio de 2025 con más de 40 jugadoras.
Vuelos chárter: Introducidos en 2024, estos vuelos privados deben quedar por escrito en el nuevo CBA para garantizar su permanencia. Actualmente la liga cubre sus costes, pero las jugadoras quieren que sea algo obligatorio para todas las franquicias. Hace unos años hubo una gran polémica porque Joe Tsai pagó vuelos privados para los partidos de las New York Liberty en contra de las indicaciones de la liga, y fueron sancionadas.
Tamaños de las plantillas y calendario: Con la expansión a 15 equipos en 2026 (incluyendo las Portland Fire y las Toronto Tempo) y planes para llegar a 18 en 2030, las jugadoras quieren que se aumente el número plazas en las plantillas también. Igualmente critican que el calendario ahora está más condensado, subiendo a 44 partidos en 2025 en el mismo marco de mayo a octubre en el que antes se jugaban 40, y que se ajuste especialmente en años olímpicos o de Copa del Mundo.
Arbitraje y estándares mínimos: Algo sobre lo que ha habido mucha polémica esta temporada es el nivel del arbitraje. Los árbitros de la NBA parten con salarios que son considerados bajos, y no hay un organismo que regule y controle su funcionamiento y rendimiento. Las jugadoras exigen un cambio completo en la formación y control de los árbitros, incluyendo mejor entrenamiento y salarios más altos. Además, también buscan incluir en el convenio la exigencia de unos “estándares mínimos” en instalaciones, personal médico y bienestar, con la idea de eliminar a los propietarios que no invierten lo suficiente en estos apartados.
Cambios en reglas polémicas
Otra demanda importante de las jugadoras es reformar las reglas que limitan las oportunidades de las jugadoras de jugar en otras ligas. La cláusula de priorización, introducida en el CBA anterior, obliga a las jugadoras con más de tres años de experiencia a llegar a los training camp de la WNBA para el 1 de mayo, cuando la mayoría de las competiciones internacionales aún están en marcha, o enfrentarse a suspensiones importantes.
Esto afecta a muchas jugadoras que juegan en ligas extranjeras (como China, Rusia o Turquía) para suplementar sus ingresos, con la paradoja de que muchas de ellas a menudo ganan más en esas ligas que en la WNBA. Satou Sabally por ejemplo ha calificado esto como algo “personal”, y también ha argumentado que impide el desarrollo de las jugadoras jóvenes al no contar con un equivalente a la G-League de la NBA.
Además, las jugadoras quieren restar poder o eliminar el sistema “core”, similar al franchise tag de la NFL, que permite a los equipos retener jugadoras clave contra su voluntad. Aunque ya se redujo sus poderes en el CBA anterior, aún se puede utilizar esta etiqueta con una jugadora por equipo y retenerla con el salario super máximo en contra de su voluntad, y pueden hacerlo por un máximo de dos años.
Fechas clave:
30 de noviembre: Final de la extensión de las negociaciones actual.
Noviembre-Diciembre: Lotería del draft y draft de expansión para Portland y Toronto (aún sin fechas confirmadas).
Enero-Febrero: Agencia libre, con estrellas como A’ja Wilson, Napheesa Collier, Breanna Stewart y Sabrina Ionescu en el mercado.
Abril: Draft de la WNBA y apertura de training camps.
Mayo: Inicio de la temporada 2026.
La WNBA tiene mucha presión para que las negociaciones terminen pronto. Si no es así todo se irá retrasando, y hay que tener en cuenta que en estos meses entran dos franquicias nuevas. Si no hay acuerdo para el 30 de noviembre, las opciones son otra extensión, un período de “status quo” (manteniendo condiciones actuales pero con el riesgo de que todo se pare en cualquier momento) o un cierre patronal o huelga. Esto último paralizaría y retrasaría todo.
La WNBA ha pasado de pérdidas anuales estimadas en 10-40 millones de dólares (en la temporada 2024 aún aseguran que perdieron casi 50 millones) a contar con un valor combinado de sus franquicias de más de 3.500 millones, con derechos mediáticos y televisivos que ya están valorados en más de 2.000 millones de dólares. Las jugadoras argumentan que su contribución a que se hayan disparado así las valoraciones justifica una porción mayor de la tarda. La liga busca equilibrar la concesión de aumentos salariales con la viabilidad a largo plazo, según argumentan.
Nneka Ogwumike, presidenta de la WNBPA, dice querer “un acuerdo transformador que crezca con el negocio”. La comisionada, Cathy Engelbert, coincide en que los salarios deben ser más altos, pero difiere en el enfoque, recibiendo la orden de su jefe Adam Silver de resistirse a que los salarios se aten a un porcentaje de los ingresos.
Las próximas semanas serán intensas. Las negociaciones empezarán a calentarse más rápido que la cabeza de Ja Morant según se vayan acercando las fechas importantes de la offseason, y el resultado definirá no solo los salarios, sino el futuro sostenible de una liga en ascenso. Si se resuelve positivamente, podría marcar una era de equidad; de lo contrario, un paro podría frenar o posponer el crecimiento actual. Quizás la solución esté en llegar a un acuerdo de pocos años, como el último que se alcanzó en 2020, para volver a la mesa negociadora en, pongamos, cinco años, cuando la situación de la liga esté más clara y estabilizada.



