Los dolores de crecimiento de la WNBA y su ¿fallida? llegada a Boston
La polémica por la venta de las Connecticut Sun pone en manifiesto los problemas con el control que quiere ejercer la autoritaria Cathy Engelbert.
Está calentita la cosa en la NBA. Y no solo en la pista. Y no solo por la posibilidad amenazante de un lockout.
La liga atraviesa un momento de auge sin precedentes, impulsado por el fenómeno Caitlin Clark, el ascenso de equipos como las New York Liberty, el talento de estrellas como A'ja Wilson y Napheesa Collier, la irrupción de nuevos talentos como Paige Bueckers, y una base de aficionados más activa que nunca. Sin embargo, este crecimiento también ha traído consigo tensiones, y la posible venta de las Connecticut Sun se ha convertido en el epicentro de una controversia que enfrenta los intereses de los propietarios, los aficionados y la propia WNBA.
Las Connecticut Sun, propiedad de la Tribu Mohegan durante 22 años, han sido un pilar de la WNBA desde su traslado a Uncasville, Connecticut, en 2003, tras adquirir el equipo Orlando Miracle por 10 millones de dólares. Sin embargo, el aumento exponencial de las valoraciones de las franquicias de la WNBA, impulsado por el reciente pago de 250 millones de dólares por cada una de las nuevas franquicias en Cleveland, Detroit y Philadelphia, después de los 50 millones que costó la expansión de las Golden State Valkyries en 2023, ha llevado a la Tribu Mohegan a considerar la venta del equipo. La oportunidad de capitalizar el creciente interés en la liga parece haber sido el detonante de la venta.
En julio de 2025 la Tribu Mohegan llegó a un acuerdo con Steve Pagliuca. Seguro que os suena por sus escarceos con el fútbol europeo, pero, sobre todo, por haber sido hasta hace nada propietario minoritario de los Boston Celtics, y por haber intentado comprarlos… sin éxito. El acuerdo para vender las Sun a Pagliuca fue por una cifra récord de 325 millones de dólares, con una inversión adicional de 110 millones para una nueva instalación de entrenamiento en Boston.
Porque desde el primer momento Pagliuca expresó su intención de trasladar el equipo a Boston, donde jugaría en el TD Garden. Esta misma temporada el TD Garden llenó sus 19.156 asientos para ver el Sun vs Fever. Sin embargo, este plan chocó con las ambiciones de expansión de la WNBA, que tiene calculado paso a paso el camino que quiere seguir en su expansión, y tiene a Houston como la próxima ciudad en su lista para una franquicia. En este caso, dicha franquicia estaría liderada por el embajador de Estados Unidos en Italia y San Marino, y también propietario de los Houston Rockets, Tilman Fertitta.
La WNBA y su estricta hoja de ruta
La WNBA, bajo el liderazgo de la comisionada Cathy Engelbert, ha adoptado un enfoque centralizado para controlar al milímetro su expansión, priorizando ciudades como Houston y evitando que Boston, que no participó en el reciente proceso de pujas para una expansión, se adelante en la cola.
Algunos dicen que Engelbert está intentando llevar la WNBA de una manera casi dictatorial, y ponen este caso como ejemplo por las maniobras que ha hecho en la sombra para evitar la entrada de Boston.
Según publicaban en las últimas semanas en ESPN y Front Office Sports, la liga intentó adquirir directamente las Sun por un precio de 250 millones de dólares. La intención era tomar el control de la franquicia y poder decidir a quién se vendía, con la prioridad aparentemente para Cleveland o Houston. Pero la Tribu Mohegan se quedó con la oferta de Pagliuca, un 30% superior a la de la WNBA.
¿Qué es lo que hizo Engelbert? Recibir la información de que habían llegado a un acuerdo, y callárselo. Retener el contrato y no decir ni mu.
Engelbert nunca llegó a presentar la oferta de Pagliuca para su discusión, y mucho menos aprobación, en la Junta de Gobernadores de la WNBA, y de esa manera expiró el periodo de exclusividad en la venta de la franquicia.
La situación se complicó aún más cuando Marc Lasry, al que también conocemos por ser ex copropietario de los Milwaukee Bucks, igualó la oferta de 325 millones de dólares, proponiendo mantener al equipo en Hartford, Connecticut, a solo unas millas de Uncasville. Aunque Hartford está dentro de los límites permitidos por el acuerdo de membresía de la Tribu Mohegan con la WNBA, la liga también ha expresado su reticencia a que las Sun permanezcan allí, insistiendo en que cualquier traslado debe ser a una ciudad aprobada, con Houston como favorita.
Es decir, la WNBA tampoco aceptaría que las Sun se quedasen en Connecticut, trasladándose alrededor de 74 kilómetros. Engelbert quiere decidir con mano de hierro dónde se mueve la franquicia.
La cosa es que el caso de las Connecticut Sun no es solo una cuestión de negocios, también está cargado de implicaciones políticas y sociales. La Tribu Mohegan, una nación tribal soberana, busca maximizar el valor de su inversión, mientras que la WNBA, con un 42% de su propiedad en manos de la NBA y un 16% de inversores externos, parece priorizar tener a propietarios con vínculos con la NBA y en los mercados que ellos han marcado. Este favoritismo hacia propietarios de la NBA ha generado críticas, especialmente porque la base de aficionados y jugadoras de la WNBA tiende a ser, digamos, progresista, lo que contrasta con el historial de gente republicana de pro como Fertitta.
Por otro lado, la negativa de la WNBA a aprobar la venta a Pagliuca o Lasry ha sido vista como un intento de controlar el mercado de expansión, intentando mantener la posibilidad de otorgar una franquicia a Boston en el futuro por una tarifa de expansión potencialmente mayor, quizás entre 400 y 500 millones de dólares.
Así que tenemos a cuatro partes frustradas:
La Tribu Mohegan, porque la liga rechaza que puedan sacar un beneficio económico mayor vendiendo a quién quieran.
Steve Pagliuca, porque quiere ser propietario de una franquicia de baloncesto en Boston a toda costa.
Marc Lasry, porque no le aceptan la compra ni siquiera manteniendo la franquicia con la misma base de fans.
Esa base de fans, porque básicamente les están diciendo que se van a llevar al equipo sí o sí.
Porque para los aficionados de las Connecticut Sun, la posibilidad de un traslado a Boston o, peor aún, a Houston, representa una pérdida significativa. Boston está a solo dos horas de Uncasville, lo que permitiría a algunos seguidores asistir a los partidos, pero un traslado a Houston sería arrnacar por completo al equipo de la zona.
Llegados a este punto, la WNBA se ha autoimpuesto un dilema. O bien permitir que la Tribu Mohegan venda a Pagliuca o Lasry, lo cual podría sentar un precedente que debilite su control sobre la expansión; o bien seguir el camino que parecen haber elegido y forzar una venta a Houston, con maneras dictatoriales que podrían alienar a los aficionados y generar críticas por su manejo autoritario. Todo esto, recordemos, mientras la liga debe lidiar con las expectativas de sus jugadoras, que están en medio de un período crucial de negociación colectiva que por ahora pinta mal, y la presión de mantener un crecimiento sostenible.
¿Está la WNBA condenada al lockout?
La WNBA es una de las ligas profesionales que ha visto un mayor crecimiento porcentual en audiencias en el último año.
Mientras la Tribu Mohegan evalúa sus opciones, incluyendo la posibilidad de mantener la propiedad del equipo si no se aprueba una venta al precio deseado, o incluso de denunciar a la liga, la WNBA se encuentra en una situación que pone en evidencia que tiene ciertos dolores típicos del crecimiento tan rápido que han tenido, y lo complicado que es intentar equilibrar los intereses de sus propietarios, aficionados y su propia visión estratégica.
La falta de comunicación entre la liga y la franquicia desde julio de 2025, combinada con la presión de resolver el asunto antes del inicio de la agencia libre en el invierno, ha creado un punto muerto. La posibilidad de una tarifa de reubicación adicional, que se sumaría al precio de venta, podría ser la clave para desbloquear el proceso, pero también podría aumentar el coste para Pagliuca o Lasry más allá de los 325 millones de dólares ya acordados y de la inversión adicional en instalaciones de entrenamiento. Esta es una práctica que también se ha dado en el pasado en la NBA: pagar una comisión a la liga y al resto de propietarios a cambio de llevarte la franquicia a otro lado.
Lo último es que un senador, Richard Blumenthal, envió una carta a la WNBA advirtiendo a la liga que se mantuviera al margen de las negociaciones entre la Tribu Mohegan y posibles nuevos grupos de propietarios para los Connecticut Sun, y que "cualquier intento por parte de la WNBA de bloquear los esfuerzos para mantener al Sun en Connecticut podría violar las leyes federales antimonopolio".
Según ESPN, Blumenthal, que es miembro del Comité Judicial del Senado y anteriormente ejerció como fiscal general del estado durante 20 años, dijo que "exigirá investigaciones y acciones de cumplimiento por parte de las autoridades federales correspondientes si [la WNBA] da cualquier paso para obstaculizar o restringir las negociaciones de las Connecticut Sun".
Veremos en qué queda todo.